En medio de la vorágine en la que media España ha despedido Aquí hay tomate el sábado el programa La Noria, pequeño heredero en ciernes de aquel, se atrevía a hacer un monográfico sobre la telebasura intentando, entre otras cosas, llevar a cabo una sección de investigación sesuda sobre la definción del término.
En ella entrevistaban a personajes relevantes del mundo de la crítica o análisis televisivo, como Ferrán Monegal o un representante del polémico Consejo Audiovisual de Cataluña, cuyo nombre no recuerdo, pero que definió el concepto telebasura con dos palabras: espectacularización y emoción, en clara alusión a lo que estos programas hacen con cualquier noticia o tema que traten, sea este del mundo del corazón, de las noticias internacionales o incluso de los deportes.
Me pareció una definición simple pero muy acertada, pues acostumbramos a asociar el concepto telebasura a lo relacionado con el mundo rosa cuando en realidad hay muchos otros programas que abusan de los defectos de aquellos y que podrían estar encuadrados dentro de la misma categoría. Estos defectos son sin duda la espectacularización, por el puro morbo, y el intentar llegar a la fibra sensible del espectador de cualquier manera, tocando sus emociones más profundas, bien sea rabia, repugnancia, envidia o dolor.
Esta fue la parte acertada de lo que vi. La que me llevó a apagar la televisión fue escuchar a la presentadora justificar la presencia de contenidos no adecuados para menores en el horario protegido amparándose en el hecho de que la prensa tiene anuncios de contactos en sus páginas interiores, al alcance de los más pequeños del mismo modo que las de deportes o nacional, a cualquier hora del día y sin que nadie ponga impedimento alguno.
Yo no soy muy partidaria del término telebasura por lo que muchos profesionales afirman de que debería tenerse respeto por el trabajo de los demás pero es que, con argumentos como ese, me lo ponen tan difícil…
El periodismo de investigación de «La Noria» es lo que la música militar es a la música 😉