Interesante este artículo sobre la televisión global o lo que los anglosajones llaman «TV Everywhere» en el que se analiza uno de los principales inconvenientes a la hora de analizar las tendencias de consumo, que no es otro que el de identificar los nombres de las cosas y cual es su significado real. No es la primera vez, ni será la última, en que, consultados sobre una determinada forma de ver contenidos, sobre nuestras costumbres, respondemos que no hacemos algo cuando realmente sí lo estamos haciendo, pero de forma tan natural, tan sobrevenida, que no somos conscientes de ello.
La más evidente de todas es la clásica afirmación de los más jóvenes, y algún madurito moderno, que categóricamente dicen que ellos no ven la televisión, cuando en realidad son los primeros que se pasan el día consumiendo vídeos en internet o accediendo al streaming de series y películas. La diferencia es que lo hacen a través de móviles, tabletas y ordenadores y es en ese cambio de dispositivo en el que se pierde el concepto «ver la televisión», olvidando que el contenido es el mismo, en sus distintos formatos, tanto los más clásicos como los nuevos.
Con la televisión global, la televisión «en cualquier parte», ocurre exactamente lo mismo: la gente la consume, la gente es parte del concepto, pero no identifican eso que hacen de forma natural como algo adscrito a un concepto determinado de consumo y así, con cierta sensación de estar haciendo lo que hace todo el mundo, o al contrario, de ser un espíritu rebelde que se resiste a hacer las cosas de la forma tradicional, muchos no son conscientes de que forman parte de una tendencia, cada vez mayor, aunque las cifras resulten pequeñas, en gran parte por la dificultad de conseguir que los propios usuarios reconozcan este cambio.
Asociado de forma natural a Netflix, que lo ha llevado como slogan de sus campañas promocionales, el concepto TV Everywhere hace referencia al mero hecho de conectarse, a través de cualquier dispositivo distinto a la televisión, a la cuenta personal de un usuario en una determinada plataforma de contenidos, accediendo así desde cualquier parte del mundo o de tu propia casa, a tu perfil, con tu información personal, el análisis de tus datos para proponerte contenidos que te pueden gustar, los que hayas dejado a medias y por supuesto, los privilegios asociados a tu suscripción. El mero hecho de acceder con tu usuario y contraseña a esa plataforma ya te está metiendo en el ámbito de la televisión global, omnipresente, aunque tú lo interpretes como algo transaccional o un mero trámite para ver con comodidad aquella serie que dejaste a medias.
Pese a que puede parecer que el concepto es propio de plataformas de contenido de catálogo, no es solo eso, pues también la posibilidad de acceder a los contenidos de la televisión lineal en los días posteriores a su emisión es considerado como parte de esta nueva forma de consumir o de distribuir entretenimiento, y es aquí donde se genera un nuevo problema en la audiencia: la imposibilidad de definir las ventajas de un sistema que no es el mismo para las distintas cadenas o plataformas de contenidos, uno en el que a veces tienes simplemente la opción de ponerte al día con lo emitido en las últimas semanas o bien el más amplio, en que están disponibles temporadas completas de series y programas. Todo un reto para quienes a menudo no saben siquiera que tienen esa opción en su contrato de cliente.
En las distintas investigaciones llevadas a cabo en EE.UU. en torno a estas aplicaciones y formas de consumo, los datos son muy poco concluyentes, más todavía cuando las preguntas son poco descriptivas y no profundizan, cuando el estudio se limita a preguntar pero sin indagar en la respuesta de los encuestados que, como decimos, pueden no saber que están haciendo lo que están haciendo o que eso tiene un nombre. Parece que todo el mundo tiene claro lo que hacen las plataformas nativas, como la mencionada Netflix o Hulu, pero poco o nada claro qué hacen las demás o que realmente hacen lo mismo. Esto puede parecer un problema para las grandes cadenas a la hora de competir con los nuevos actores del sector, que se posicionan en la mente de los usuarios con unas ventajas frente a los más tradicionales que, más allá de la incontestable usabilidad, no están tan lejos de lo que ellos mismos ofrecen.
Toca trabajar el concepto y la comunicación, salvo que sean estas mismas empresas tradicionales las que, al menos de momento, sigan interesadas en mantener el consumo fuera del lineal como algo residual, como un complemento a la audiencia masiva que aún se consigue de la forma habitual y que podría verse mermada por un exceso de consumo «global», «en cualquier parte y dispositivo» y que, por el momento, no se monetiza tan fácilmente como el rating y el share.