Anoche, nuevamente una gala de entrega de los premios Goya del cine retransmitida por televisión española con media hora de retardo. Mientras los espectadores atendían a la televisión, los internautas podían fácilmente conocer los premiados con antelación, en cualquier web de información general y en la propia página de TVE. Surrealista en los tiempos que corren.
La justificación a esta ya costumbre es que así la gala puede dinamizarse, al cortarse algunos de lo stiempos muertos que se suceden durante a entrega de premios y que permite que nosotros lo veamos todo con más ritmo pero ¿queremos realmente ese ritmo? Una gala de estas características es por definición un plomazo, sólo merece la pena verla por echar un ojo a los modelitos de ellas, a lo estridente de los trajes de Corbacho y escuchar esas soflamas reivindicativas de subvenciones y persecución a la piratería que van reciclando de un año a otro. Las anécdotas de la gala son la salsa de este tipo de eventos, y cuando digo anécdotas no me refiero a los guionizados besos en los morros de unos y otros sino a lo inesperado, a lo impredecible, a lo que ayer no pudimos ver por culpa de los cortes: ejemplos como la rotura de una de las estatuillas de manos de los responsables e efectos especiales de Mortadelo y Filemón o la dificultad del protagonista de El truco del manco para llegar al escenario a recoger su premio por una película que precisamemente habla de la dificultad para superar barreras. Esas son las pequeñas cosas que hacen entretenida o diferente una noche de gala y que, en virtud de un pretendido ritmo, se nos escapan y hacen que no lleguemos a ver los premios más destacados porque ya nos han dado las doce y mucho de la noche y al día siguiente toca madrugar.
La gala siempre será aburrida, pero si algunos tenemos la paciencia de sentarnos a verla, no estaría de más que sus responsables se preocuparan de por lo menos, ponerla en directo.
No te lo vas a creer pero lo del Goya roto era un gag. Confirmadísimo, estaba en el guión. Increíble.