Me llama muchísimo la atencion el tono de este artículo de Business Week sobre el apagón analógico norteamericano. Inicialmente previsto para el mes de febrero, pero postpuesto cuatro meses ante la constatación de que el número de familias no preparadas superaba las expectativas, el 12 de junio dejaba sin emisión analógica a montones de familias que no estaban informadas de qué debían hacer para seguir viendo la televisión a partir de esa fecha, familias que han creido que debían abonarse a la televisión de pago para seguir disfrutando de la emisión o que simplemente han asumido que la transición había sido cancelada con el cambio del mes de febrero al de junio y que, por tanto, no había que hacer nada de particular para recibir los programas de televisión en abierto.
Entre los grupos de población más afectados por este apagón se encuentran las clases más bajas, las que están subsidiadas por el gobierno, las que están discriminadas, las que apenas tienen para comer y cuyo único entretenimiento parece ser estar abollado frente al televisior viendo la vida de otros pasar. Parece un drama pero, no sólo soy de la teoría de que la televisión no es un bien de primera necesidad y por tanto no debemos echarnos las manos a la cabeza porque algo así ocurra, sino que esta circunstancia puede incluso ser algo bueno para estos grupos de población inactivos frente a sus poblemas, aletargados por un entretenimiento fácil y que viene a chorros a través de una caja en el salón que de pronto desaparece, obligando a sus dueños a buscar otras cosas que hacer, a plantearse qué están haciendo o dejando de hacer con sus vidas.
Como bien destaca el artículo, el problema no sólo reside en la ignorancia de gran parte de la población, sino en la parte técnica, la que a muchos se le escapa, especialmente aquellos que han recibido un cupón canjeable por un adaptador para su televisor, pero que desconocen que además deben modificar la antena de su tejado, muchos de ellos ni siquiera la tienen y reciben la señal de televisión con una antena de cuernos en su propio aparato.
Todos estos problemas son algo a observar desde España, donde queda menos de un año para la fecha inicialmente prevista del apagón. Desde cadenas como Telecinco se intenta aprovechar para hacer algo de negocio con la venta directa de adaptadores, algo perfectamente lícito y que ayudará a que todo el mundo se enteré de lo que hay que hacer y de lo simple que es solucionar el problema, nuevamente, siempre y cuando la antena general esté adaptada, algo que, si de verdad se considera tan importante para la población, por su capacidad de mantener al ciudadano informado y entretenido, bien podría estar regulado por la ley y supervisado por funcionarios del gobierno.
Por lo pronto, se han creado los llamados voluntarios TDT, un grupo de jóvenes estudiantes apoyados por el Ministerio de Industria y las distintas cadenas, que echarán una mano a las personas mayores para que puedan comprender qué es esto del apagón analógico, cómo deben actuar para seguir recibiendo la señal de sus televisores y sobre todo, ayudarles en la conexión de sus aparatos TDT. Una buena iniciativa con algunos puntos sorprendentes, como la convalidación de créditos universitarios a cambio de participar en el programa, pero que debería dar buenos resultados.
La ventaja que tenemos desde España de cara a nuestra transición digital es que partimos con la experiencia de otros ya realizada, que podemos preveer problemas pero además comprobar como afectan relamente a las personas y qué tipo de soluciones pueden aportarse. Se haga como se haga, estoy convencida que el día definitivo del cambio habrá pequeños microcaos en muchos sitios, es natural y no deberíamos sorprendernos, de hecho creo que será bueno para completar esta transición de la mejor forma posible. Y si no, que nadie se asuste, sólo es televisión.
Considerar o no la televisión un bien de primera necesidad no creo que pueda considerarse una verdad objetiva. Por ejemplo, hasta que llegó el apagón analógico a EE.UU. no me había enterado de que la televisión era la principal fuente de información meteorológica (alerta de huracanes) en ciertas zonas rurales a los que la TDT no llega con potencia suficiente. Antes podían recibir la señal «con niebla», pero ahora no tienen nada y carecen de alternativas de bajo coste.
Lo que sospecho que va a ser muy curioso es el análisis de las audiencias televisivas, pues parece ser que algunas emisoras no cesaron todavía las emisiones analógicas (supongo que esperarán a que les aprieten las tuercas), aunque supongo que la audiencia en analógico dejará de ser auditada (por lo que no se registraría oficialmente).