Ayer por fin logré terminar de ver la primera temporada de Parenthood, una serie que ya me causó buena impresión en su estreno, pese a que tardó en arrancar, y que ha logrado ir mejorando el nivel en los 13 episodios que han completado.
En estas últimas entregas las discusiones familiares y los gritos han ido a más y, si bien no logra la calidad en los diálogos de los enfrentamientos familiares de Brothers and Sisters, podemos afirmar que se trata de dos series muy parecidas, tanto por la calidad interpretativa de sus protagonistas como por la base de sus tramas: el sencillo y atractivo mundo de los enredos familiares.
En este caso, y como el nombre de la serie indica, uno de los principlaes detonantes de todo lo que ocurre en Parenthood es la dificultad de ser padre, bien porque tus hijos son adolescentes con las hormonas y los sentimientos revolucionados, bien porque uno de ellos desarrolla una difícil enfermedad, pasando por las paternidades inesperadas o la necesidad de relacionarse con los padres de los amigos de los más pequeños. Un complejo mundo de sentimientos y obstáculos por salvar que hacen la tarea de ser padre un excelente caldo de cultivo de una entretenida y sentimental serie de televisión.
Como en casi todas las series americanas de estas características, al final todo se soluciona con algunos de los valores básicos de la clásica familia americana, todo muy sentimental y previsible pero a mí me gusta. Una serie sin estridencias que merece la pena ver si te gustan los dramas familares.
Yo empecé a verla porque me encantan Peter Krause y Lauren Graham, y al final acabé viéndola hasta el final por inercia. No es la serie del año pero entretiene bastante.