Pues si que se está poniendo ñoñito el verano seriéfilo porque, si ayer os hablaba de The Glee Project, hoy no puedo evitar traer a colación otra serie blandita más: se trata de Bunheads, una producción de Amy Sherman-Palladino, la creadora de Las chicas Gilmore, para ABC Family. Con estos datos, no necesitamos mucho más para saber que se tratará de una monada más, como los vídeos de gatitos que inundan internet. Voy a tener que buscarme algo más bestia para compensar o acabará dándome un subidón de azucar.
Bunheads viene a traducirse como «cabeza-moño» (aunque realmente lo que le pegaría sería llamarse «moñadas») porque sus protagonistas han pasado más horas de su vida con el pelo recogido en una bola que con el pelo suelto, eso sí, con mallas y una faldita ligera acompañadas de música de Tchaikovsky.
En un principio, la protagonista es Sutton Foster, que da vida a Michelle, una bailarina de Las Vegas que siempre soñó con tener un papel estelar en Broadway y que, ya entrando en cierta edad, ve como su sueño no logrará cumplirse nunca. En una noche de locura y depresión, se casa con uno de sus más fieles admiradores y se va a vivir a un pequeño pueblo con vistas al mar donde el mayor entretenimiento es dar clases de ballet clásico. Allí conocerá a su suegra, una fabulosa Kelly Bishop, en el papel de Fanny, madre de hijo único, estrellona de la danza retirada y reina absoluta de la casa que comparte con «el niño» y su recién estrenada esposa. ¿Véis el conflicto asomando? Pues esto no es nada comparado con el panorama que nos deja la última escena del primer episodio… y hasta aquí puedo leer.
Bunheads es la clásica historia de personaje de ciudad con mucho mundo que se ve obligado a trasladarse a un pequeño e idílico pueblo de EE.UU., podría ser Doctor en Alaska, Hart of Dixie o incluso Doctor Mateo (aunque en este caso el mal genio lo pone otra), un concepto muy sencillo, muy trillado pero que, con las dosis adecuadas de encanto e intérpretes con gancho, conquista a la audiencia por su ternura y simplicidad.
Aquí el binomio suegra-nuera funciona muy bien, sobre todo por la fuerza de Kelly Bishop, pues Sutton Foster no termina de convencerme, empezando por su complicado aspecto, en el que no logramos intuir cual es la edad real que representa, algo fundamental en un personaje cuyo principal elemento de personalidad son los reveses que le ha dado la vida. Sin ser capaces de saber si tiene 30 o 40 años, me cuesta meterme en su piel y hacerme a la idea de si ya era hora de tirar la toalla o ha sido una decisión precipitada. En cualquier caso, esto no es un problema para el resultado final.
Las niñas que acompañan a las protagonistas adultas son también perfectos engranajes para la historia, con el punto justo de personalidad variada para entretener y todas ellas complementarias: desde la menos dotada pero realmente esforzada y con ilusión, más entregada que ninguna, a la que tiene todos los atributos para ser una estupenda bailarina pero peca de exceso de confianza, pasando por una que fácilmente podría ser una doble de Ivy en Smash o la clásica atrevida con todo. Seguramente cualquiera de ellas nos dará grandes momentos.
Aunque el primer detonante de la acción lo provoca un hombre aprovechando el bajón profesional que otro hombre ha provocado en la protagonista, podemos afirmar que, al menos en los dos primeros episodios, los personajes masculinos brillan por su ausencia. En algún momento tendrán que aparecer pero, por el momento, se trata de una serie de mujeres ¿para mujeres? No necesariamente, pero si mayoritariamente.
Moña, fresquita y sin clifhangers!! Está estupenda para verla a salto de mata y las niñas me parecen adorables (aunque me parece muy cruel que una se llame Boo). Me está gustando.