Que todas las leyes tienen sus fisuras y pueden resultar incoherentes de vez en cuando y fácilmente retorcibles es un hecho que no escapa a nadie, especialmente en estos tiempos en los que algunos se han especializado en buscar estas fisuras para beneficiarse de resquicios legales que permitan sacar adelante cuestiones que podríamos calificar, como mínimo, de poco éticas. La ley de protección del menor y su extensión a los medios de comunicación no es una excepción y esta semana vemos cómo se cuestiona su incumplimiento en el programa Entre Todos, que durante años emitió Canal Sur pero que, solo ahora que se emite en TVE, recibe la atención de los diputados del PSOE, que acusan a la cadena y el programa de posibles intromisiones ilegítimas en los derechos al honor, a la intimidad personal y familiar y a la propia imagen de los menores retratados.
Sí es cierto que la aparición de estos niños en pantalla puede recordarnos en cierto modo a esas mujeres que bebé en brazos (suyos o de otros) piden el favor de los ciudadanos en las calles, apelando a nuestra generosidad en beneficio de esos pequeños, que nos enternecen y nos rompen el corazón. Esta práctica, hasta hace un tiempo muy habitual, pasó a ser ilegalizada en nuestras calles (o quizá siempre lo fue pero todos miraban a otro lado) y los menores ya no son utilizados para ello, salvo quizá, en programas como Entre Todos. Y es que la fina línea entre ambas cosas es muy borrosa y solo un especialista en leyes con mucho sentido común puede realmente definir si se están vulnerando los derechos de estos menores. De ser así, adelante con ello y cancelemos el programa, este y su predecesor, que aún se emite en Andalucía, cuyos menores asumo igualmente protegidos por la ley.
Pero, del mismo modo que protegemos a estos niños, deberíamos estar muy atentos a otras prácticas comunes que, sin mencionar a los menores en particular ni mostrar sus rostros, ponen a los niños en primera línea de la información para que sus padres ganen dinero (caso clarísimo de Belén Esteban) o popularidad, con paternidades complicadas, juicios de custodia o demandas varias. La ley prohíbe a las cadenas hablar de ciertas cosas relacionadas con los más pequeños pero ¿acaso no deberían prohibir a sus padres hacerlo también? A mí me parece tan evidente, que aún no entiendo que no se haya pronunciado de oficio ningún juez.
¿Y qué ocurre con ese ciudadano que ayer era menor pero hoy ya no lo es y que pasa de vivir en una burbuja al infierno de los medios de la noche a la mañana? Otro caso claro en el mundo rosa, el de la hija de Isabel Pantoja, el jueves menor absolutamente protegida, el viernes estrella absoluta de la programación con el anuncio de su embarazo, su noviazgo complicado y sus discusiones familiares. Lógicamente, en algún punto hay que poner la frontera, pero esta niña sigue siendo tan niña hoy como hace un par de días, igualmente inmadura y frágil y, en este caso concreto, aún más susceptible de ser dañada por los medios. La lógica dice que son estos mismos medios los que deberían autorregularse pero, a la vista está que no es posible. Y ojo que no hablo únicamente de las televisiones, pues la niña ha sido portada de todos los medios de comunicación este fin de semana.
En este sentido, también me preocupa la utilización de los deportistas menores y sus derechos. Chavales de 15-16 años corriendo a más de 200kms/hora en una moto, cayendo, rompiéndose los huesos de medio cuerpo y volviendo a subirse a una moto apenas una semana después, presionados por la propia competición, por su personal pundonor y, también, por los millones de euros que sus patrocinadores invierten en ellos y que les incitan a correr una y otra vez arriesgando sus vidas, adelantando una recuperación física que con quince años pueden sobrellevar pero que, sin duda, les dará una mala vejez. ¿Quién protege a estos chavales? ¿Nadie vela por su bienestar? ¿Es que el derecho a ser deportistas está por encima de su integridad física? ¿Por qué está permitido patrocinar a un menor? Sí, lo sé, todos lo están, en todos los deportes, pero igual habría que darle una vuelta al concepto, mucho más grave en ocasiones que la aparición de menores con problemas pidiendo ayuda para comprarse una silla de ruedas o montar una rampa en casa.
Como remate, y en este caso como ridiculez del sistema, las portadas de las revistas del corazón o los propios periódicos, donde padres orgullosos posan presentando a sus hijos o contando lo bien que se crían, portadas en las que la familia sale estupenda pero que luego, mostradas en televisión, deben ver a sus protagonistas pixelados para proteger la identidad de esos mismos menores que están en todas los kioskos, estaciones, aeropuertos, peluquerías y salas de espera del médico. O cuando participan en un evento público, protagonizando pases de modelos que luego la televisión no puede difundir. Un poco absurdo ¿no?