Segundo gran estreno de la temporada en TVE y mejorando los resultados de audiencia del día anterior, casi rozando el 20% y por encima de los tres millones de espectadores. Precedida por un siempre resultón partido de la selección nacional de fútbol, la nueva serie policíaca de la pública lograba atraer la curiosidad del público de manera inversamente proporcional a la de los críticos, que ya habían mostrado su desencanto con un producto irregular, cuyo principal defecto parece ser despertar el recuerdo irremediable de Los misterios de Laura.
Es cierto que ambas series tienen mucho en común y que resulta incomprensible para sus seguidores incondicionales que TVE insistiera en que no había hueco ni dinero para mantener la serie de Pujalte mientras ponen en marcha un proyecto similar, pero no es menos cierto que, ya a estas alturas, parece absurdo seguir midiendo algunas de las cosas que hace la cadena en función de si renovó o no una determinada serie. Es un lastre que, sinceramente, el resto de producciones no merece llevar.
En este sentido, Olmos y Robles es un heredera razonablemente bien llevada, tanto en la manera en la que parece afrontar los casos, como en la personalidad de su protagonista principal y el tono general de la historia, de personalidad afable y de andar por casa. Una serie que responde bien al target de la pública y que, más que cómica, podría calificarse de simpática.
Es pronto para aventurar algunas cuestiones que tan solo en un episodio no quedan del todo claras, pero sí parece que los casos que se plantean podrían tener un tono cultural propio de una cadena pública, apoyado no solo en las historias que se cuentan y la manera en que se resuelven los casos, también en los exteriores que, además de ser numerosos, buscan localizaciones geográficas de interés. Si esta es la idea y no una casualidad de un primer episodio que había que vender a la dirección del ente, hemos de reconocer que la integración del elemento cultural es un aspecto positivo y que esas secuencias al aire libre en entornos de gran valor patrimonial y cultural son un regalo.
Una de las principales curiosidades que despertaba este arranque era ver la dinámica que existía entre sus dos protagonistas, tan dispares. La presencia de Rubén Cortada parecía un mero reclamo basado en su físico y la de Pepe Viyuela, más conocido por su faceta de humorista, no terminaba de encajar. El primero no decepciona: guapo (aunque no tanto como en El tiempo entre costuras), pero soso como él solo y con una declamación más propia de un estudiante de primaria en un examen oral, que de un actor protagonista (ahora se entiende por qué en la serie de Boomerang estaba doblado) y pese a ello, funciona, porque nadie espera que un miembro de la Interpol sea mucho más que un tipo soso e introvertido.
Por su parte, Viyuela resulta ser la sorpresa de la noche, con capacidad para dejar a un lado sus muecas y tics de humorista clásico para resultar comedido, simpático y hasta entrañable. Al menos en este primer episodio su protagonismo es mayor que el de su compañero y así debería ser, pues sus tablas le avalan y le hará mucho bien al resultado final del trabajo de la pareja.
El resto de miembros del reparto están correctos, conformando una cuadrilla clásica de este tipo de historias, en las que alguien de un entorno internacional y muy exigente termina recalando en un pequeño pueblecito donde todos se conocen y parece haberse parado el tiempo (el referente más cercano es El Chiringuito de Pepe, de la misma productora, aunque son numerosas las series que en este y otros países se han hecho partiendo del conflicto que supone esa falta de encaje). Resulta especialmente cálida la pareja de ancianos y, por supuesto, la adorable presencia de Asunción Balaguer, al mismo tiempo que llama la atención, y yo personalmente lo agradezco, que se haya evitado la tentación de añadir un par de niños para completar el abanico generacional.
Olmos y Robles tiene espacio para mejorar, pero no es una mala serie. Convenientemente tratada, sin prisas y limando alguno de los defectos que la hacen irregular, podemos estar ante un más que aceptable producto de ficción. No romperá tabúes, no será novedoso, ni arriesgado, pero en televisión también debe haber sitio para lo sosegado y entretenido.