
Imagen: ARUP/ Hanging out watching TV in the self-driving car
‘Couch potato’ esa expresión anglosajona que asociamos al espectador televisivo que se tira en el sofá del salón y no mueve ni las pestañas mientras los contenidos pasan por delante de sus ojos de forma casi indiscriminada. Una figura clásica de los tiempos en que la televisión era una mera sucesión de parrillas en las que no se podía elegir nada más allá de la cadena que íbamos a ver y que hoy en día ha quedado sustituida por el mucho más inteligente ‘binge-watcher’, ese espectador que se pasa tantas o más horas frente a la pantalla y con el culo en el sofá que el antiguo ‘couch potato’ pero a quién le presuponemos otro nivel de inteligencia por su capacidad para elegir lo que quiere ver de forma analítica y consciente, en lugar de simplemente dejarse atizar por los contenidos que otros eligen por él.
Más listo o más tonto, más o menos selectivo, el consumidor masivo de televisión está de enhorabuena porque en apenas unos pocos años parece que podría encontrar una nueva motivación para salir de casa, un nuevo espacio donde alimentar su sed de contenidos, uno hasta ahora imposible y que, gracias a una tecnología aparentemente nada relacionada, puede resultar tremendamente apetecible: el asiento del conductor del coche.
En radio ya hemos vivido una gran evolución, bastante silenciosa y naturalmente aceptada, aunque aún no completada: hemos pasado de los cassettes a los CD’s y al famoso cargador de 10 CD’s del maletero, a la modernidad de poder conectar el MP3 a la radio del coche y ahora a nuestro teléfono y sus listas de spotify. Los afortunados dueños de un Tesla, saben además de lo práctico que es tener un coche conectado a internet y poder escuchar cualquier canción que se nos antoje en el momento, sin necesidad de haberla buscado y guardado antes, gracias a su magnífico sistema de radio y su no menos práctica conexión permanente y «gratuita».
Nada que ver con lo que está por llegar cuando los vehículos sean completamente autónomos, una perspectiva que está más cerca de lo que pensamos, a unos cinco años según los expertos, y que, pendiente de la legislación de cada país donde se autorice su circulación, abrirá un mundo nuevo de streaming de contenidos para todos los ocupantes del coche, incluido y por encima de todo, del conductor, hasta ahora pobre sufridor del ostracismo de quién debe mirar solo a la carretera.
Si los coches resultan convertirse en algo parecido a un transporte público donde no debemos encargarnos de la conducción y tan solo de dejarnos llevar, escuchar la radio seguirá siendo una opción, pero solo una más de las muchas opciones de entretenimiento hasta ahora imposibles en el caso de circular con nuestro propio vehículo. Leer y, por supuesto, ver la televisión, serán opciones nuevas de cosas que hacer en el coche y que seguramente aumentarán las horas de consumo totales de estos contenidos y podrían suponer una inyección de energía al sector, no digamos ya cuando la capacidad de recibir estos contenidos directamente vía streaming al coche sea una realidad.
Por el bien del planeta, confiemos en que estos coches autónomos sean eléctricos porque si no, con la comodidad que nos van a proporcionar y lo poco que nos va a importar estar un atasco, los carmagedon van a ser épicos.