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Gran Hermano Chef

Fecha de Publicación: 28 abril 2016 - 10:48   |   6 Comentarios   |   Etiquetas: Esmeralda, MasterChef, tve

EsmeraldaLo qué pasó ayer en Masterchef no tiene explicación alguna para mí. Al principio, pensaba que era una cuestión personal, una manera de enfrentarme al programa particular mía, que estoy muy interesada en la parte de cocina y poco en la parte humana (o inhumana) de los concursantes o muy mal acostumbrada, como espectadora de la versión norteamericana del programa que en menos de una hora semanal construye un talent show tan emocionante o más que su homólogo español.

Pero no parece que sea yo la única que ayer se sintió mal presenciando el espectáculo burdo, de mal gusto y falta de compañerismo en que se convirtió la edición del programa, a la vista de la cantidad de comentarios en contra que se podían leer en el correspondiente hashtag de twitter. Pero vayamos por partes:

Tras demostrar una tremenda falta de habilidad en la cocina, con algo tan elemental como un flambeado, Esmeralda era la más que justa eliminada en el programa de ayer. Pero eso casi fue lo de menos: Esmeralda es una mujer en paro, insegura, con un carácter apocado, una clara aversión al enfrentamiento directo y un físico poco agraciado, la típica niña que en el colegio sufriría el rechazo de sus compañeros con facilidad a poco que un par de gallitos del corral decidieran, por un hecho puntual, convertirla en blanco de sus frustraciones. Repito, en el colegio, donde los caracteres están por formar, donde debemos redirigir las conductas de unos niños inmaduros que se dejan llevar por sus instintos más primarios. Hacer el vacío a un compañero es siempre despreciable, pero cuando es algo que hacen los adultos, es más despreciable todavía y retrata tanto al que lo ejerce como al que lo permite.

Y eso es lo que veíamos ayer con toda claridad en el programa. Algo que se veía venir desde la semana pasada, punto álgido del conflicto cuando Esmeralda quiso reconocer un fallo en la prueba de equipos en lugar de dar la razón a su compañera solo por hecho de ser compañeros, un gesto que se interpretó como falta de compañerismo y que terminó por marcar a la concursante, posiblemente ya apartada del grupo en ese momento. En nada ayudó a integrarla el hecho de regalarle una sesión de cambio de imagen, como vimos ayer, que solo sirvió para levantar aún más ampollas con algunas de sus compañeras, que quedaron retratadas otra vez como las arpías que son, mientras el resto de concursantes eran incapaces de dar la cara o pedir un poco de respeto por Esmeralda.

El principal problema de esta edición es, en mi opinión, el hecho de haber dado entrada a un par de gemelas con la personalidad tan fuerte que tienen Virginia y Raquel. En concursos como este donde los participantes han de convivir, cuando alguien tiene la ventaja en la convivencia de estar al lado de un familiar, se siente fuerte y seguro y, si su carácter es especialmente potente y arrollador, es fácil convertirse en el líder de un grupo que siempre busca el apoyo del más fuerte. Y así, nos encontramos con estas dos señoras ejerciendo de dueñas del cortijo, mientras a su alrededor otro par de compañeras cultivan sus instintos más básicos, por algo tan absurdo como la afinidad geográfica, y dejan hacer el resto de concursantes.

La situación es psicológicamente tan básica que podría venir firmada por cualquiera de los responsables de casting de Gran Hermano y sería un fantástico hilo conductor de las galas semanales, con la nominación de Esmeralda semana a semana y su más que posible victoria final, que la resarciría de todos los males vividos. La diferencia es que no estamos ante un reality de convivencia, o eso no es lo que nos han vendido ni lo que esperamos de un programa de la televisión pública, uno que viene acompañado de un patrocinio cultural. Aquí se viene a cocinar, a aprender, a homenajear a Cervantes, a mostrar algunos de los más bellos parajes de las autonomías españolas y sus correspondientes platos típicos, no a ganarse al público por ser el más directo o la víctima de un complot.

Masterchef debería ser un programa de cocina y punto. Obviamente, es interesante resaltar la personalidad de cada uno de los concursantes, saber quienes son más fuertes, más seguros de sí mismos, más rústicos, quienes tienen roces derivados de sus distintas personalidades o de la rivalidad propia de quienes concursan por un premio final. Pero todo ello dentro de los límites de la educación y la humanidad, nunca como un ejemplo de mala convivencia y mala educación que, en primer lugar ha de ser atajado una vez se identifica. Más aún, si se identifica, e independientemente de lo que se haga de forma interna, nunca utilizarlo como elemento esencial del programa, demostrando la falta de calidad humana de unos y otros, mostrando actitudes que resultan desagradables al espectador por el mal trato (nótese el espacio entre ambas palabras) dado a una concursante que no resultaba especialmente simpática, pero que no por ello ha de ser públicamente vilipendiada. El remate final fueron las palabras a cámara de uno de los concursantes reconociendo que no se había actuado bien en otra decisión de edición final del programa que sigo sin comprender.

Si como responsable del producto y todo lo que este implica, dentro y fuera de la estricta competición, no vas a tomar medidas disciplinarias contra unos concursantes que no están comportándose bien ¿para que lo muestras en cámara? Una decisión que solo sirve para humillar más a Esmeralda y para normalizar un comportamiento que, insisto, puede ser aceptable, dentro de un orden, para un programa como Gran Hermano donde se busca maximizar el conflicto, donde los concursantes ya saben a lo que se exponen y pueden incluso jugar con el victimismo para convertirse en ganadores, pero nunca para un concurso de cocina de una televisión pública, nunca.

Masterchef se ha equivocado varias veces con el programa de ayer: permitiendo que pase lo que estaba pasando, convirtiéndolo en protagonista, agravándolo con un trato de favor a la concursante y no afeando la conducta públicamente a sus compañeros. La única explicación que esto podría tener es que la producción del programa considerara que no ha ocurrido nada grave, en cuyo caso, habría cometido otros dos errores más: el de destacarlo como uno de los hilos conductores del programa y el de echar a los leones a otros concursantes que han sido mostrados como malas personas y poco merecedores del favor del público. En cualquiera de los dos casos, salirse del camino de la competición culinaria y caer en el del amarillismo propio de un reality es sin duda, el principal error de un programa que no necesita estas polémicas.

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6 Comentarios

Jonan

Masterchef hace tiempo que dejó de ser un programa de cocina para convertirse en un reality más. Eso lleva a que se escojan concursantes para dar juego, crear conflicto… no a gente que realmente tenga talento para la cocina. Como consecuencia la cocina no es protagonista, y el jurado ocupa gran parte del tiempo del programa, actuando con una dureza que a veces es también desproporcionada: calificar un plato de alguien que quizás lo ha hecho por primera vez, a contrarreloj, como si estuvieran juzgando a un chef profesional… Si lo comparamos con la versión americana es evidente. Tengo pendiente minutar un programa americano y uno español para ver estas cosas, pero creo que se aprecia a simple vista.

g4f5g6

Estoy muy de acuerdo con el artículo. Es evidente que Masterchef se ha convertido más en un reality si no lo fue ya desde el principio. En cierta manera es entendible porque el programa dura dos horas y media y hay que rellenar con tonterías. Lo bueno es que la parte de cocina no me parece que esté condicionada por el reality, sólo que todo es mucho más teatrillo que lo que debiera ser, con demasiado énfasis a las historias personales.

Lo peor del programa de ayer fue la edición del mismo. Ni idea de a que viene el rollo este de `Patito feo`con el cambio de look a Esmeralda y tampoco a qué viene hacer hincapié en la enemistad de todos con Esmeralda… bastante prescindible todo ello.

Al respecto del artículo dos cosas: cuidado con el juicio de valor sobre la actitud de los concursantes sobre Esmeralda ya que no sabemos como es la convivencia con ella en la casa y el motivo de su enemistad. Probablemente podamos juzgar las formas pero no el fondo ya que lo desconocemos. Y la segunda es que no entiendo el motivo por el que el programa debiera amonestar o afear la conducta de los participantes. Si se hiciera sí que se convertiría directamente en un reality. En el programa hubo actitudes posiblemente punibles pero no se vio ningún insulto o descalificación así que no se porqué debería intervenir el programa o en virtud de que norma.

PD: Por cierto que Jordi se nota que tenía el día cruzado. Debería ser más profesional ya que todas sus valoraciones se vieron condicionadas por su actitud.

chicadelatele

El juicio de valor que yo hago no es tanto sobre la actitud de los concursantes, la real, como de la imagen que sobre esa actitud se muestra. Quiero decir que si las cosas no son tan exageradas o si la propia Esmeralda es un bicho insufrible y no se puede convivir con ella, la edición estaría machacando innecesariamente al resto de sus compañeros, lo que sería igualmente injusto. Asumo que si es eso lo que nos cuentan, será porque verdaderamente las cosas en la convivencia se han puesto así de feas y desagradables.

En este sentido, cuando hablo de que el programa debería intervenir, no es una cuestión de seguir unas normas escritas en ningún sitio, sino de una cuestión elemental de convivencia. No pido que se les sancione en el concurso, sino que se les de un toque de atención interno, haciéndoles ver que antes que buenos cocineros han de ser buenas personas, como mínimo, con el mismo ahínco con el que insisten en que antes de buenos cocineros deben ser buenos súbditos del chef Jordi. Y en todo caso, hacerlo de puertas adentro, no necesitamos conocer estos trapos sucios, menos aún cuando no se pone solución pública al problema.

g4f5g6

Coincidimos en eso. La edición del programa podría haber tratado el tema de una manera mucho más delicada. No se porque se ha hecho así pero es contraproducente porque hace parecer al resto de los participantes como «malos» y eso siempre juega en contra del efecto de alineación necesario para poder identificarse con los participantes.

De todas maneras este hecho plantea la duda de si es necesario pegarle ese toque a los compañeros o no hacer nada. Y si se hace… se debería hacer público o no? Porque si se hace público volvemos a entrar en que se refuerza el sentido de reality.

Por último, no acabo de entender ese afán por crear buenas personas por encima de buenos cocineros. Es esto el nuevo ‘Hermano mayor’ y Jordi, Pepe y Samantha los nuevos gurús? Me molestan mucho los juicios morales tanto de los jueces como de Eva, sobretodo de esta última de la que cabe decir no es ningún referente ni en cocina ni en el mundo de la comunicación. Dicho esto, me gusta el producto Masterchef pero es mal síntoma que últimamente me salte partes del programa que no tienen nada que ver con la cocina y sí con el reality-marketing.

chicadelatele

En mi opinión, la edición del programa no debería haber mostrado nada porque se trata de un concurso de cocina, no de convivencia. Cualquier cosa que se salga de la mera rivalidad entre concursantes, más o menos simpáticos, más o menos arrogantes, es puro reality.

Julian

Es una vergüenza que se permita el bullying y que además no traten de ocultarlo, sino que lo venden. Pero ése no es el único problema, dos horazas y media de programa, rellenas de sobreprotagonismo de Eva González y el jurado.



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