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Series que dejan de ser procedimentales y funcionan aún mejor

Fecha de Publicación: 22 enero 2013 - 14:22   |   2 Comentarios   |   Etiquetas: Kerry Washington, Scandal, shonda rhimes

Hemos despedido a Fringe con gran pena esta semana y, entre las cuestiones más destacadas de la evolución de la serie, una ha despuntado por encima del resto: la evolución de las tramas y cómo se ha pasado de tener un procedimental de estructura clara a otra cosa completamente distinta: un drama familiar, una historia en un solo arco argumental sin casos ni protagonistas episódicos. Efectivamente, si echamos la vista atrás, Fringe empezó siendo una serie de fenómenos extraños, de crímenes sin respuesta «natural» y de experimentos científicos malogrados o mal utilizados que cada semana mostraba un caso diferente y que, aún haciendo evolucionar a sus personajes y enredando en sus tramas vitales, no dejaba de ser una serie de entregas autoconclusivas, nada que ver con lo que ha terminado siendo.

Todos los procedimentales tienen una importante carga de historias personales, un hilo conductor en la tramas de sus protagonistas que va teniendo mayor o menor peso según las temporadas o la propia aceptación que tenga entre los espectadores, pero lo habitual es que estas cuestiones sean siempre parte de un conjunto que no hace desaparecer la función principal de sus protagonistas, la verdadera razón de ser de una serie, que no es otra que la resolución de casos policiales, la investigación de enfermedades o la defensa de clientes metidos en procesos judiciales, por poner solo unos ejemplos comunes. Series como CSI, House, Anatomía de Grey o The Good Wife terminan conquistándonos por sus personajes y sus historias, por sus relaciones personales, por sus traumas, sus amores, sus parejas imposibles pero, al final, lo que sustenta la serie en la parrilla, salvo en contados momentos, son los casos que tratan en su día a día, en su profesión de policías, médicos o abogados.

Pocas son las series que evolucionan hasta el punto de dejar de lado completamente esta parte para centrarse en las vidas de los personajes, creando arcos y tramas únicamente a partir de ellos, sin importar nada más, sin entretener al espectador con un caso que pueda, entre otras cosas, mantener enganchado al visitante ocasional, al que no sigue la serie y sin embargo se siente atraído por una historia que sabe estará resuelta en apenas 42 minutos. Es más, algunas de las series más longevas de la pantalla (seriales aparte), subsisten a lo largo de los años precisamente gracias a esto, que les permite ganar espectadores en cualquier momento e incluso recuperar a los ocasionalmente perdidos, así como sumar audiencia en cualquiera de sus reposiciones, sean estas en el orden que sean (que se lo pregunten a las TDTs-por cierto, vamos a tener que encontrar un nombre distinto para estas cadenas ahora que hace ya mucho que TDT son todas).

Todo este rollo para comentaros la sorpresa que me produce comprobar cómo ha evolucionado una serie que en su primera temporada no valía nada como procedimental y que ahora, bien avanzada la segunda, se ha convertido ya en otra cosa completamente distinta y mucho más entretenida. Hablo de Scandal, proyecto que en su primer año de emisión no parecía más que un producto para el lucimiento de Kerry Washington, con todos los defectos de una serie de Shonda Rhimes que, sin embargo, son la clave de su éxito en espectadores como yo, que aún detectándolos, me dejo llevar por ellos para disfrutarlos en toda su shondérrima extensión. A mí me gustó esta primera temporada, pero soy perfectamente capaz de entender que hubiera mucha gente incapaz de verla, ni siquiera sabiendo que solo eran siete episodios.

Esta segunda temporada, sin embargo, ha cambiado por completo y el procedimental ha desaparecido. Ya no tenemos a un grupo de profesionales trabajando para limpiar el nombre de ricos y poderosos en problemas, sino que nos enfrentamos a un drama político de implicaciones mayúsculas en el que todo puede saltar por los aires en cualquier momento. Un lío monumental que empezó como un ñoño problema de faldas y que ha terminado por necesitar una cartela en la que avisan de violencia que puede herir la sensibilidad del espectador (y vaya si la tiene) en el episodio emitido la pasada semana. Así es Shonda.

 

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2 Comentarios

Enric Ortuno

Que alegría leer este artículo. Justo el otro día le decía yo a mi mujer al terminar de ver al último episodio: Fíjate que alegría que la serie ha pasado de ser una serie de casos autoconclusivos a llevar una trama completa durante la segunda temporada. » y estamos los dos enganchadisimos.

EKI

El hecho de que empiecen como capítulos autoconclusivos hace que sea más fácil engancharse ya empezada la serie/temporada, y al cabo de un tiempo, habiendo hilado detalles aquí y allá, una audiencia ya fidelizada, permite mover la trama más a los arcos argumentales.

Es algo que pasó con Alias, en la que los artefactos de Rimbaldi y las misiones le daban un toque procedural al principio, con Supernatural, con Smallville (y su freak of the week), … Incluso me atrevería a decir que la primera temporada de Lost, funcionaba un poco también gracias a ser un «procedural invertido», en el que el flashback del personaje de la semana, y el avance de la trama principal desde la perspectiva de ese mismo personaje le daban un anclaje procedural que ayudaba a subirse al tren.

También me vienen a la cabeza Prison Break, que en la primera temporada cada capítulo iba sobre cómo una parte del tatuaje de Michael Scofield se traducía en una parte de su plan de escape, pero que una vez empezaba la huída ya daba vía libre a las conspiraciones…



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