Cuando Antena 3 y Telecinco anunciaron que ambos pondrían en emisión exactamente el mismo formato de programa, muchos nos echamos las manos a la cabeza pensando si realmente la máxima competitividad entre cadenas era esto. Lejos de luchar por la audiencia ofreciendo programas originales, producciones de calidad y formatos novedosos, parecía que los principales grupos mediáticos renunciaban a luchar con mejores armas que su competidor y se limitaban a copiar sus pasos. Así, hace algo más de un mes nos encontramos con dos programas idénticos en parrilla que, a priori, se limitaban a mostrar famosos lanzándose desde un trampolín, con mayor o menor gracia.
La primera en dar el paso era Antena 3, que estrenaba su versión con unos excelentes datos de audiencia, unos datos que hacían temer que fuera cierto ese dicho de “quién golpea primero, golpea dos veces”, pero Telecinco no se quedó atrás y, estrenando una semana más tarde, hizo del estreno de su competencia la mejor promoción y lograba tambiénunos estupendos datos para su programa de los miércoles, muy similar al de su competidor, pero con un elemento que probablemente le de la victoria en el cómputo final de audiencia: todos sus concursantes compiten en cada una de las galas y solo hay cuatro entregas del programa, lo que supone un menor desgaste en un formato que, tal como está planteado, no da mucho más de sí.
Otro elemento diferenciador de Mira quién salta en Telecinco ha sido la composición del jurado que debía decidir quién avanzaba en las galas y quién se quedaba por el camino. Compuesto por dos personas ajenas completamente al mundo de la natación, como son Boris Izaguirre y Carlos Pumares, a quién posteriormente sustituyó Bibiana Fernández y por dos deportistas olímpicos que además son jueces internacionales, parecía que las puntuaciones tendrían un criterio bastante profesional. Sin embargo, las primeras dos galas dejaban un sabor muy amargo en los espectadores que se tomaban en serio el esfuerzo de los participantes, al ver que algunos eran valorados muy alto solo por el esfuerzo de lanzarse ridículamente desde cierta altura, mientras otros de sus compañeros, más valientes, quedaban atrás por no ejecutar un salto limpio mientras nos dejaban boquiabiertos con su capacidad de emular saltos reales de trampolín.
Los programas de talento, sean estos de gente anónima o de famosos, pecan de un problema grave de credibilidad cuando se pide la votación del público para elegir sus ganadores. Es cierto que hasta el más profesional de los jurados tiene siempre sus favoritos, inexplicables a veces, y que sus decisiones muchas veces condicionan el voto de los espectadores, que sacan su instinto de protección para apoyar al más débil, haciendo llegar a la final a muchos concursantes que no merecen estar donde están por su calidad artística y que nunca verán ese apoyo reflejado en su carrera una vez estén en la calle intentando vivir de la música, el baile o lo que sea que hacen. Por eso, tener un jurado profesional de verdad, experto en la materia a evaluar, debería ser un avance, una garantía de que pasarán los mejores y que los graciosillos, los patanes que no aportan nada al talento, los que llegan lejos por motivos ajenos al objetivo del programa, no pasarán.
Sin embargo, los jueces de Mira quién salta han demostrado que todo el mundo puede pecar de injusto, ya sea un espectador cualquiera o un experto juez deportivo y así, en las dos primeras galas veíamos partir a algunos buenos saltadores, haciéndonos temer que de nada iba a servir eliminar la subjetividad del público. La despedida temprana de Tamara Gorro, Antonio Rossi o Beatriz Trapote, que saltaban muy decentemente, no se comprendía mientras otros como Dani seguían en el concurso, no solo mostrando su bisoñez, sino perjudicando a su compañero de saltos y lastrando sus entrenamientos. Sí, se trata de entretenimiento y no de competición y al final todas estas polémicas solo favorecen al programa, haciendo que se hable y discuta sobre las decisiones, pero puede llegar a causar mucha frustración en el espectador habitual.
Afortunadamente, la pasada semana se recuperó en cierto modo la cordura y, cuando parecía que la catástrofe de las puntuaciones nos acompañaría hasta el final, los mejores terminaron pasando a la ronda final, haciéndonos recuperar cierta fe en la seriedad del programa (porque ya que haces un programa blanquito y familiar, llévalo hasta sus últimas consecuencias y no la líes con cosas raras… máxime si quieres hacer una segunda edición, como anunciaba ayer Jesús Vázquez en su breve entrevista a Soraya Arnelas, anunciada como concursante de esta edición y que terminó pasando solo a saludar.
Y así es como llegamos a la final de anoche en la que se erigía como campeona una excepcional Verónica Hidalgo que ha demostrado semana a semana que las misses no tienes por qué ser solo una cara y un cuerpo bonitos. Junto a ella, otros tres finalistas: Sonia Ferrer, Álvaro Muñoz Escassi y Victor Janeiro, quienes semana a semana se iban ganando su puesto en el podium. Muy merecida la victoria, sin duda alguna y menos mal, porque por momentos, de verdad que llegué a pensar que ganaría cualquiera de los patanes originalmente seleccionados para dar color al programa.
Si habrá segunda edición del programa es algo que todavía no sabemos pero hay algo claro: les costará más poder de convicción y seguramente dinero fichar a algunas caras conocidas de la pantalla porque, si de algo nos han convencido, es de la dificultad de lanzarse a la piscina, en sentido literal. Moratones y lloros lo han probado.
Entrada originalmente publicada en Generación Young
Para mi la ganadodra es sonia ferrer. Poque los tres veronica albaro y victor han echo el mismo salto
Vamossss sonia guapa 🙂