Masterchef es de los pocos programas que le funcionan a TVE, pese a que este año se han empeñado en alargarlo con contenidos de relleno completamente innecesarios, extendiendo la duración de cada entrega más allá de la una de la madrugada. Largo y pesado, pero resultón y eso es algo que hay que tener muy en cuenta en un entorno que no favorece a ninguno de los programas de la parrilla, por supuesto no a los nuevos, pero tampoco a los ya asentados como este.
Uno de los secretos de Masterchef, más allá del interés por la cocina, de la buena química entre sus jueces o de un buen casting, es la edición de las declaraciones que los concursantes hacen entre pruebas, valorando su participación, su desempeño y también el de sus compañeros. Tener un buen abanico de personalidades entre los aspirantes es esencial, pero saber destacarlas en pildoras de apenas unos segundos salpicadas por las casi tres horas de programa es un arte, a caballo a veces entre la literatura y la cinematografía.
Quiero decir con esta última afirmación que, a menudo, la imagen que nos llevamos de los concursantes de un reality o concurso de talentos como este está dirigida y hasta retorcida para cumplir las necesidades de la narración, que siempre necesita de un gracioso, un villano, una víctima, un héroe. Cualidades presentes en cada uno de los participantes del programa, en mayor o menor medida en cada uno, y que se aprovechan para hacer más atractivo el programa, para crearnos filias y fobias, para vivir con mayor pasión si cabe ese duelo de grandes entre el «buenazo» de Carlos y la «bruja» de Sally.
Porque Sally ha dicho todo lo que ha dicho, por supuesto que sí. Porque Sally es poco modesta, algo soberbia, ambiciosa, descarada y faltona y, cuando le preguntan, no tiene problema en decir lo que piensa. Y una persona así es un filón para un programa de televisión de estas características, alguien que no se calla, que da titulares ella solita y que, si no los da, basta tirarle de la lengua un poco para provocarlos. Y así es como se fabrica un villano de libro que, si además resulta llegar a la final y perder frente al héroe, hace de la historia una redonda.
No vengo aquí a defender a nadie, mucho menos a una persona que no conozco y que me resulta bastante indiferente. Yo además, también quería que ganara Carlos, que me parece genial en su contradicción personalidad-plato, pero creo que no debemos dejarnos llevar por los trucos de la edición, que hay que saber leer más allá y ser conscientes de que se trata de hacer televisión y hacerla atractiva, de saber qué hilos mover para que los protagonistas nos den lo que necesitamos para contar nuestra historia. No es mentira, no es manipulación, es solo buena conducción y en este país, los responsables de realities y talent-shows con declaraciones, son unos genios.
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