El pasado viernes participé en una tertulia radiofónica en Prime Time FM, a propósito de las series americanas que nos han dejado este año y las que vendrán a partir del próximo otoño. En medio de la conversación, hablando de la grandeza de Veep como sátira política, mencioné la imposibilidad de tener una serie así en nuestra televisión, sobre todo por la falta de madurez como audiencia de algunos colectivos. No me refiero concretamente a los políticos, que también, no tengo duda de que la versión Julia Dreyfuss de Soraya Saenz de Santamaría sería hilarante, del mismo modo que no tengo duda de que las protestas no tardarían en llegar. Me refiero a cualquier colectivo que sea representado en una serie en España, ya sea en forma de drama o, mucho peor aún, cuando se trata de una comedia, colectivos que se sienten atacados en lo personal y profesional tan pronto alguien de su gremio no hace las cosas con perfecta corrección, ya sean los dueños de los campings, los periodistas, los abogados, los jóvenes como tal. Cansada estoy de apelar al ¡¡¡es ficción!!! cada vez que una serie nueva ridiculiza a alguien como corresponde a una comedia cuya finalidad es hacer reír o una drama que necesite crear conflictos para generar tramas interesantes. ¿Imagináis una de políticos? ¡La hecatombe! Mucho más fácil tener una de zombies, que no están asociados.
Creo que el problema principal de esta ausencia de sentido del humor y capacidad de autocrítica está principalmente en la sociedad, en los telespectadores que acuden rápidamente a protestar ante las más altas instancias cuando algo así se muestra en televisión y, aunque soy partidaria de escuchar todas las opiniones pero tener en cuenta solo aquellas que tienen sentido, entiendo que las cadenas no pueden evitar sentirse incómodas cuando algo así ocurre y media audiencia se les enfurece. Estoy segura de que sus directivos piensan también que se trata de humor inofensivo y sano, pero tener un pitido constante en el oído no debe ser agradable y finalmente andan con pies de plomo a la hora de enfrentarse a estas apuestas narrativas.
Ahora viene la pregunta del millón ¿es esto censura? ¿autocensura? Comentaba una de mis compañeras de tertulia, que es además guionista, que efectivamente esta censura existe, que las cadenas no se atreven con ciertos temas porque se les caería el pelo y ponía de ejemplo la imposibilidad de hacer una serie sobre la familia real y las «aventuras» de Iñaki Urdangarín. Desde luego, a la vista está con algunas actitudes y comentarios periodísticos que la familia real en este país está muy protegida, que pocos son los que se atreven a criticar sus acciones y a sacarles los colores pero ¿es esto censura? Yo más bien creo que es una especie de miedo a entrar en temas escabrosos que terminen por minar la estructura política del país, que en este momento no se considera muy estable (¿alguna vez lo ha sido?) y un afán por erigirse en «defensores de la patria» que quizá no nos esté beneficiando. ¿Censura directa de la Casa Real? Me cuesta aceptarlo, al menos en todas las cadenas.
Pero, en cualquier caso, si existiera, si algunas cuestiones no pudieran ser tratadas o no se pudiera investigar sobre ellas, vuelvo al mismo punto del que partía ¿qué pasa cuando hablamos de ficción? Puede que esté censurada la información sobre políticos y altos representantes del estado pero ¿no se puede hacer una serie como Veep que es pura fantasía por un problema de censura? Los políticos pierden el tiempo con un montón de cosas absurdas, pero me cuesta creer que lleguen al nivel de invertir un minuto de su tiempo en protegerse de ficciones por venir. Insisto, si acaso, serán las cadenas de televisión las que, por evitar problemas posteriores, no admitan algunas ideas y no tengan ganas de complicarse la vida defendiendo productos difíciles cuando pueden emitir cosas menos arriesgadas, pero eso no es censura, es complejo, bisoñez, cobardía.
Curiosamente, son las cadenas autonómicas las más dadas a meterse en camisa de once varas cuando se trata de criticar a la clase política, ejemplos como Vaya Semanita o Polonia dan una idea de cómo se puede retratar a la clase política y las características más representativas de algunos miembros de la sociedad desde el humor y con una muy buena aceptación, una que sin embargo a nivel nacional no ha funcionado. ¿Qué nos pasa como espectadores? ¿Ejercemos también la autocensura sobre nuestros gustos y programas favoritos porque no nos gusta que nos saquen los colores en público a nivel nacional? ¿consideramos que hacerlo en las autonómicas es como reírnos de nosotros mismos en familia y por eso ahí no nos cortamos?
Pero no es solo una cuestión de política, no imagino una serie como Hannibal emitiéndose en el prime time de Antena 3 o Telecinco, aunque en este caso sigo sin comprender cómo ha llegado a emitirse en abierto en EE.UU. con la violencia macabra que retrata y las escenas brutales que aparecen en cada episodio (eso sí, ni un pecho, ni un culo, no vaya a ser que la audiencia se escandalice). ¿Es más madura la audiencia televisiva americana que la española? A veces creo que sí, aunque en otras ocasiones tiendo a pensar que se trata más de una cuestión social en un país en el que la gente puede hablar de política sin etiquetarse pero no puede mostrar un cuerpo desnudo sin escandalizarse. Seguramente un americano podría hacer este mismo post dándole la vuelta y preguntándose ¿tenemos censura en nuestro país? ¿Son los españoles más avanzados porque en todas las series se desnudan y en EE.UU. no?
En catalunya este tipo de series sí serian bien recibidas, ya que desde hace años que emiten un programa, llamado Polonia, donde se ridiculiza a los politicos (de todos los partidos) y tiene mucho exito.
Nunca he entendido porque este tipo de programas no cuaja con la audiencia.